En tu sangre de río que bordea
las vertientes del pan de la mañana,
viaja Dios, como viaja en la campana
cuando la brisa grave la voltea.
Un balido terrestre te rodea
con pequeño calor de tibia lana
y en tu seno la dulce leche mana
con un sabor de luna y miel hebrea.
Vas, hermosa de estrellas, hasta el sueño,
hasta el secreto débil de la brisa
y es más silente el pino, el buey más tardo.
Esta noche el lucero es más risueño
y tú llevas al Dios de la sonrisa
prendido a la cintura, como un nardo.
Fuente: Pedro Pablo Paredes. El soneto en Venezuela. Caracas, Ministerio de Educación, 1962.
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