Diciembre, barbas de frío
sobre la veste del campo,
curvo cinturón de cerros
y zapatillas de prado;
aliento, fronda de sueño;
el bordón torre de radio;
el corazón luna muerta
y el gorro nubarrón alto.
San Nicolás, flor de siglos,
pisa en el adiós del año.
En una alforja de niebla
tesoros del cielo trajo:
hojitas de medialuna,
ramitos del árbol santo.
collares de luz de sol
y luceros de durazno.
El Niño viene al galope
en su caballo de palo,
el polvo de las estrellas
limba sus huellas de raso.
-¡Niño Jesús, flor de luna
-San Nicolás, viejo santo!
-¡Cómo deslumbran tus ojos!
-¡Cómo te pesan los años!
De vagar por el invierno
mi pelo se ha vuelto blanco.
-De dormir sobre las nubes
mis ojos se han vuelto astros.
En cada viaje se me hace
este camino más largo.
A mí se me hace más corto
cuando camino a tu lado:
ya piso la dura tierra.
-Ya suena la voz del campo.
-Los niños están durmiendo
con los ojos entornados;
sueñan contigo, mi Niño.
-Y contigo, viejo santo.
Se extendían en la brisa
las corales de los gallos.
-Esta noche es Nochebuena.
Las madres velan cantando.
En las afueras la sombra
tiembla en un limbo dorado.
San Nicolás y el Niño
rompen la flor de un naranjo
y surge un jardín de nieblas
que les envuelve los pasos.
-Y esta noche es Nochebuena.
los niños dicen soñando.
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