PLEGARIA | JACINTO GUTIÉRREZ COLL |


 

Heme ante ti, Dios mío:
tu fecunda piedad entró en mi seno;
y, ya olvidado el mundanal desvío,
mudo reposa mi laúd terreno.

Ora viene a tu ara
mi corazón en lágrimas bañado;
que yo sé que tu amor no desampara
al que llora contrito su pecado.

Sólo ante ti, Dios fuerte,
alienta la esperanza del que gime:
¡Feliz el hombre si en su duelo advierte
que el credo de tu fe sólo redime!

¡Cuánto de pena y daño
a la criatura oprime, y da congojas,
al caer en el hondo desengaño
sus falsas dichas como muertas hojas!

¡Señor! Deja que alabe
tu excelsa gloria y majestad serena,
con el fervor que entre mi pecho cabe
y de mi labio en la plegaria suena.

De amor en holocausto
te da mi alma su oración sencilla:
todo es afrenta en el soberbio fausto;
sólo ante ti la adoración no humilla.

¡Señor de las alturas!
La justicia en tus obras se interpreta;
y es tu bondad, sobre las almas puras,
como blando rocío en la violeta.

Y así como el que exhala
la tierna flor embalsamado aroma,
va la oración en infinita escala
llevada por la mística paloma.

¡Señor! Te vio el Calvario
muerto en la cruz por la maldad del hombre;
y tú, vida le das en el santuario,
donde ensalzan los ángeles tu nombre.

¡Señor! En noche y día
y yo anhelo amanecer con esa aurora...
Allá va mi oración trémula y pía,
voz que te canta y en la tierra llora.

¡Con qué dulce descanso
en la oración el alma se apacienta!
Cual ave que adormida en el remanso
oye bramar al lejos la tormenta.

¡Señor! A ti, dolido,
se vuelve mi clamor y fiel te nombra:
Tú eres verbo inmortal; yo, flébil ruido:
Tú eres eterna luz; yo, vana sombra.



Imagen de: Fabuladores del Color. Mariano Díaz



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