RUEGO DE PAZ Y ETERNIDAD | RÓMULO MADURO |




Dios mío, yo sé que mi barro
no tiene consistencia.

¡Nunca la ha tenido;
ni cuando era intacto!

Tú que lo hiciste, sabes que este tarro 
viejo de mi existencia
está tan desvencijado que
ya no para en él ninguna esencia!

¿Por qué entonces
 te empeñas en ponerme
esta tortura de belleza
que me retuerce como un sarmiento
seco en llama viva?

¿Por qué esta emoción sin tasa
que se nutre en mi vida con mi vida
y esta angustia de darla
plasmada en oro o expresada en versos?

¿Por qué y para qué, Dios mío?
Si con ello no logro ni siquiera
acortarme el camino,
ni aliviarme los hombros!

¡Dame la soledad entre los hombres!
Dale la soledad inmensa
de no sentir.
Y si puedes, Dios mío,
como el cielo, como el mar, como la muerte,
hazme inmensamente impenetrable!
¡Desfondame la vida y hazme inmenso!


Haz que me pierda
dentro de mí mismo:
como se pierde el viento
desde lejos...
hacia muy lejos...
para siempre...
sobre el mar...! 


Imagen de: Obras Antológicas de la Galería de Arte Nacional. Juan Calzadilla



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