PARA RECORDAR A AQUILES NAZOA | FÁVER PÁEZ |



Hace 102 años nació Aquiles Nazoa, uno de los poetas venezolanos que nació siendo ya poeta, y eso es así porque uno no le puede pensar ni recordar sino como poeta. Dotado fue con la bella cualidad de transmitirnos sus emociones y sus sentimientos de manera sencilla y por lo tanto profunda, bien que algunas veces sea un delicado lírico y otras veces un corrosivo humorista.

Por esa razón y por muchas otras quiero celebrarle una vez mas porque desde mi niñez hasta hoy siempre he conservado conmigo su decir poético, y por eso muestro aquí escritos por mi propia mano, tres textos dedicados a su memoria y su valía. 




PORQUE HANS Y JENNY VAN A VENIR

Mi alegre poeta Aquiles:
monté una celebración
con media caja de ron
y un par de hermosos perniles. 
Inventé detalles miles,
no importó la carestía.
Y aunque te fuiste aquel día
que nos amargó la suerte,
sueño en la fiesta tenerte
con tu mas bella alegría
regalando poesía
y curado de la muerte.


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NOSEQUÉ DE LA INADVERTIDA PRESENCIA 

                                   A la memoria de Aquiles, el de la balada


Las viejas monedas sin valor 
tienen un descansado aroma a pérdida y ausencia

Sin que nos percatemos, ellas
van ocupando 
los espacios
poblando los rincones 
colonizando las intranquilas gavetas, anotando
los pequeños detalles, las mínimas contiendas
y las mas cómplices intimidades 
que en sus hondas comarcas 
se entretejen 

Las viejas monedas son las mas fieles
reporteras de la indiferencia y por eso
nadie escucha en las mañanas 
sus delicadas noticias 

Las viejas monedas son seres 
muy humildes, pacientes 
y para nada solitarios

Su humildad las hermana 
con las pequeñas piedras de los ríos.
Su paciencia pasa inadvertida mientras ellas
se imaginan que la eternidad habita
en los frascos y los botellones.


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EL OTRO SONETO PARA LA OTRA MARÍA

                             Cuando yo digo el nombre de María
                                                              Aquiles Nazoa

Con tu dispensa Aquiles, tengo el atrevimiento
de intentar un soneto sin mucha maestría,
porque ocurre poeta, que mi mujer María,
me está pidiendo el suyo, llena de sentimiento

Y yo, que escribo versos, sin ser ningún portento,
también puedo llamarla milagro, epifanía,
estrella que deslumbra en la claridad del día,
palabra que celebra la libertad del viento

También puedo llamarla dulzor, amado hechizo
del que nunca saldré por delicioso y por grato. 

Porque María nombran también al paraíso

donde pienso quedarme por obligado rato,
hasta calmar la fiera ampolla que en el pie me hizo 
la torturante piedra que llevo en el zapato.




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