UNAS PALABRAS NADA EXTRAVIABLES SOBRE GUSTAVO MONTIEL ALVARADO.


Unas palabras nada extraviables sobre Gustavo Montiel Alvarado

Los poemas de Gustavo Montiel Alvarado son como habitaciones, como residencias, como casas cuyas invisibles puertas nos impiden entrar. Desde su interior se escuchan voces, arden imágenes, se entrelazan palabras que podemos oír, adivinar su orden, pero cuyos secretos tenemos que develar con la lectura más honda, musical pero silenciosa, que podamos hacer.

Y es que en el caso de los poemas de este poeta, el hombre y su verbo creador nos dicen que no podemos separar uno del otro, sino que el poder de su mensaje poético se hace paradójicamente mayor y sutil al mismo tiempo, en el mismo instante en el que la poesía deja ver sus hogueras para que el lector, después de la travesía de la palabra, resulte purificado y tocado por la mano misteriosa de la auténtica poesía.

Gustavo Montiel Alvarado se funde con su poesía -que de entrada se presenta como cerrada sobre sí misma- para abrirse después con palabras espléndidas que pronunciamos en voz alta para hacer público el resplandor estético y la continuidad de la búsqueda, de la preparación para recibir al nuevo poema, que no se oculta pero que tampoco entrega de un solo golpe, el premio de oírlo rodeado de un armónico silencio.

Vista de manera fácil la poesía de Gustavo Montiel Alvarado pudiera presentársenos como cerrada, como celosa de sus fastos, como hermética; pero si bien puede ser cierto que el hermetismo está presente en sus versos y en sus poemas, desaparece súbitamente en un golpe de gracia que nos hace vibrar con el temblor de una apertura que permite una luminosa comprensión de los sentires más ocultos, convertidos en una proclama verbal que no es muy común en la poesía venezolana.

Queremos entonces entregar para los gustadores de la buena poesía, este conjunto de poemas escritos por una mano diestra en el quehacer y con espíritu abierto y universal, constituido en una obra breve pero sólida en su brevedad transparente y sombría al mismo tiempo, como diciéndonos que más allá de las formas efímeras y las gloriolas grupales y autoproclamadas, bastan unos cuantos poemas bien trabajados y sentidos para que la poesía se declare presente.   

Fáver Páez.


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Lloramos.
Al irse cruzó el trópico.
Vacío quedó un final
en la sequedad, el eco
teniendo por filial la distancia constante.

La pared sin la ropa que busca secarse
también dijo adiós.




Nos marchamos
entre filos de abrojos doblados
sobre ásperas monturas.
Manchas en la piel
de manos asidas al barro
insisten
la ración de alambre en el costado.
De un tajo
sin piedad la tierra nos abrió el corazón.
Bien adentro
en la oscuridad sin tregua estás
bien ceñido por los nudos de eso oscuro.




Un vacío arenoso de árbol seco
recorre mi lágrima
de mar sedimentando
tanta espera en el fondo.




La noche punza
donde solo de miedo voy
a su lengua de azufre.

Acerco mi despoblado amor
al silencioso aroma.

Pienso en la libertad,
pelota quemante
entre los pies del caos.




Es urgente abrir el ojo
de la oscuridad.

Todo va siendo un campo de velas curvas
un ruido extraño de ruedas enfrentadas
cuando la ciudad
desciende a mi cuerpo.




Adentro
en el laberinto de la rosa
el perfume atraviesa
la oscuridad de la espina
fundida en los fuegos del alba.




Mar ¡prolonga! hundido
en añicos la oscuridad
ama tu largo encierro de ostra.




La gota de rocío
exprime el universo al caer.




a Teófilo Tortolero            

Avanzo a prisa 
agraviado
imagino la partición del pan
(el extraviable)

Entro en la cueva del banquero
Bien adentro sin sosiego
asisto a todo.
Cada vez
cada vez
hace chirriar su sillón.
Me invita de nuevo
                                               a sentarme
a oírle
a practicarme
a operarme.

De nuevo imagino la partición del pan
su crujir
su calor
su sabor
mi saliva
su aleudar
cada vez
otra vez
extraviable.




a Elizabeth Schön            

El hambre no pasa de moda
segura luce como si nada.
Dentro de la bóveda
el oro sobrecoge su alevosía
entresoñado en los ojos saltones.



Del libro: NADA EXTRAVIABLE



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 Hacia donde es adentro

Se oye al río sacudirse el polvo
desde algún vórtice umbrío
Escurridizo es el tiempo
sin linde, garfio ni artificio
El día se ejercita de nuevo
debajo de un risco con miel escondida
Cedro se adueña del horizonte
con ulular de cigarra
si en mi patio es mediodía
Ave oculta mandíbula del gato
oyéndose hacia donde es adentro
Sólo unas pocas palabras
sin cábala alguna ni pátina oscura
por si quiebra carácter la monotonía
quién sabe en principio hasta cuándo.




Cambiante

De agua
la gota es agilísima red infinita
en caótica contradanza
girando una y otra vez
hacia eslabón que une átomos
en rompimiento de enlaces
siendo lágrima en el centro
por fuerza de gravedad
esfera suspendida
antes de caer oblonga
en la resistencia del aire
De agua la gota es
porción benigna en la boca
milagro cambiante en la forma
corrosión del más duro metal.




Desde cero

Y lavas mi corazón
y lo estrujas con fuerza
y lo tiendes crucificado en alambre
bajo sol ardiente
y mi corazón largo se hila en añicos
y lo siembras junto al cilantro
y después lo resucitas
y lo besas con ternura
y succionas de su cuenco cada noche
antes de juntarnos con ese vértigo
donde se va conmigo tu lado níveo
que desde cero suaviza mi armadura.




En teniendo ocasión

Nuestra finita profundidad escarba la falta de algo
Encuentra algún lugar entre opresiones y encantos
Vivimos una intensidad artificial
buscando echar abajo todo lo demás
al enfrentar vigor, talante y lucidez
con esas tentaciones por el lucro y otras bellaquerías
En teniendo ocasión todo puede cambiar
si nos untamos de esa preciosa locura
donde siempre pasa algo nuevo
junto al resplandor que más aniquila
Un poco más al fondo realzando combustión
va repartida en nosotros conjetura que aturde
en medio de esta brisa maluca vagarosa
donde conviven la serpiente y la paloma.




Aroma

Suavísimas violetas,
delicadas y pretenciosas,
entre tonos de luz y sombra
buscando obstinada melodía
donde tanta gracia
alba esplende.


Del libro inédito: TODA HABLA


 Selección de poemas: María Sorquíbea Garzón.

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