SERENIDAD
suavemente dormido por el canto del río.
En el verdor de las orillas
y entre la luz fugaz de la hora,
el agua también tiene algo de brisa
y de hoja.
El pensamiento sueña
--no duele ni ríe--
en la dulzura irreal del paisaje.
definen, con la sombra, sin profundidad
el prolongado silencio de los árboles.
El pensamiento viaja
entre la quietud del monte cercano,
azul, verde y oro,
y la movilidad del agua.
entre la realidad de lo persistente
y la realidad de lo fugaz,
entre la roca que destroza el agua
y el viento,
entre lo que permanece y lo que huye,
entre el alma,
débil corriente melodiosa
y Dios, perennidad de lo fugitivo
y fluir de la eternidad.
y el pino murmurar de río
bajo el ritmo cansado de la hora.
Sobre la copa de los árboles
la noche comienza a devanar estrellas,
y el pino ligero
se llena de una sombra,
tan profunda que parece nacer entre las hojas.
diríase una flauta lejana
entre reminiscencias
de otros paisajes;
diríase una melodía
que hace parpadear los luceros;
diríase una llama negra
sobre la cinta acerada del río
inconstante y perenne.
El pensamiento viaja,
sin angustia,
por el espacio simple
como el agua, aprisionada entre verdes nocturnos,
y siente que el paisaje,
el alma y la tierra,
tienen el áspero olor
de la muerte y de las hierbas.
tierra o hiedra,
que aprisiona
el espacio y las almas.
El árbol de brisa,
ágil, rítmico, sonoro,
se refleja en el río,
como en el río de Dios el pensamiento vigilante.
y comienza a deshojarse el recuerdo...
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EL MURO
FRAGMENTOS
John Keats
I
y en la hora
una línea blanca, indefinida
sobre el campo verde
y bajo el cielo.
II
ha puesto su canción más bella
sobre el muro.
III
--detenida entre su breve sombra
y su destino--
un zamuro, bello por la distancia y por el vuelo,
infunde angustia en el alma profeta:
una fría angustia, cuando
certero, como vencida flecha
--oscura flecha que aún conserva su impulso inicial--
cae tras el muro.
IV
y hermosa destrucción:
vivir es hacer daño.
VI
tan alto al deseo como pequeño a la esperanza,
no exista más que lo ya visto en el camino
junto a la vida y a la muerte,
la tregua y el dolor
y la sombra de Dios indiferente.
XI
del lado allá del canto, del lado allá del vuelo,
del lada allá del tiempo.
XIII
apenas una línea blanca junto al campo
y junto al cielo.
Misteriosa cruz que sólo muestra
su brazo horizontal.
Unida, por la oscura raíz,
a la tierra misma de su origen confuso;
y al cielo de la fuga
por el canto y el ala;
la noche impasible del zamuro
y el camino de oro del canario
hacia el ocaso.
XVI
por el sol que agoniza; y por algo, que no es sol,
que también agoniza en mi conciencia,
desamparada a veces
¡y a veces confundida de sorpresas!
Sólo temo haber visto algo:
¡lo mismo!
el campo, el césped;
la misma rosa sensual que recuerda unos labios
y el mismo lirio exangüe
que vigila la muerte.
XVII
haber pasado alguna vez el muro
y su callada espesa sombra,
del lado allá del tiempo.
Del poemario: El otro lado del Tiempo
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